Animales raros [Felice Laurent]

La biblioteca de Hogwarts era uno de esos lugares que sólo podía describir como "únicos". Apenas entrar, sentía que el lugar la llamaba, invitándola a adentrarse más, a encontrar refugio en las historias que cada uno de esos viejos y nuevos volúmenes tenían para contarle, a deleitarse en los textos e imágenes que le mostraban que, diminuta como era la Tierra, había en ella infinitas cosas que aún no conocía.

Y le encantaba. En cuanto posaba los dedos sobre el lomo de algún libro que le llamara la atención, se sentía tan fascinada como cuando entraba en contacto con las plantas o con un instrumento musical. Eran cosas distintas, pero la absorbían con la misma fuerza, desconectándola del resto del mundo con una facilidad que rozaba lo sublime.

Su hermano se burlaba de ella, afirmando que tenía un grave desorden de atención. A Anima siempre le resultaba gracioso oírle decir aquello. No le importaba, ni le preocupaba. No era que pudiese evitarlo, tampoco. Sólo era cuestión de pisar un invernadero, una biblioteca o cualquier lugar donde a Hayden se le ocurriera llevar una guitarra, para que su mente se transportara a otro universo...; no, quizá sería más acertado decir que el invernadero, la biblioteca y la sala de ensayo improvisada se volvían su universo. Todo se reducía a eso, solamente a eso; y en aquella burbuja, ese minúsculo fragmento de espacio que ocupaba en el cosmos, Anima encontraba espacio ilimitado para su felicidad.

- Ummmm... Veamos -musitó, mirando a su alrededor, ya comenzando a olvidarse del resto de Hogwarts.

Sin importar cuántas veces entrara, el tamaño del recinto nunca dejaba de asombrarla.
Se sentó en una de las grandes mesas, y aunque por lo general la gente no le interesara mucho, la chica leyendo a su lado captó su atención. Tenía un aire delicado y distinguido que Anima no pudo sino admirar, a pesar de que, personalmente, nunca había puesto demasiado esfuerzo en ser muy femenina. Parecía de ascendencia oriental, como ella misma.

"Bueno, la abuela es japonesa..."

Bajó la vista, súbitamente intrigada por el libro que la joven leía. Sus ojos negros destellaron de curiosidad al ver la fotografía de una criatura que desconocía.

Realmente disfrutaba de sus estadías en la biblioteca. Era, sin lugar a dudas, su lugar preferido.
Mantícoras, Bakus, Kappas, formaban parte de su vida y estaba profundamente agradecida por ello.
Al llegar a la deliciosa biblioteca, buscó en un estante al azar su lectura del día.
Oh, sí. “Cómo alejar a tu niño de las Lamias”. Una buena elección.
Él añejo libro llevaba en la segunda página la ficha de devoluciones. No solía llevarse libros de la biblioteca, ya que eso implicaría entablar conversación con Madame Pince.
Leyendo el tiempo pasaba más rápido que un Vipertooth Peruano, no se podía negar. Eran las tres, las cuatro, las seis.
A pesar de estar concentrada en la lectura, sintió una presencia. Alarmada, giró.
No era más que una niña de pelo rojizo observando su libro. Se sintió invadida y aliviada.
-¿Sí?

Anima se sorprendió un poco; por un segundo dudó que la otra chica se estuviera dirigiendo a ella..., pero no podía ser de otra forma; estaban frente a frente.

- Oh... ¡Tus ojos son como los míos! -señaló, sonriendo de oreja a oreja al notar ese detalle.

Se quedó viéndola, más bien estudiándola, por espacio de varios segundos, fascinada con el oscuro color de iris que poseía la desconocida.
Entonces salió súbitamente de su trance, recordando que había otra cosa que le llamaba la atención.

- Ah, es cierto... -Cesó momentáneamente de observar a su interlocutora y señaló, sin dejar de sonreír, el libro que ésta sostenía; más precisamente, la foto de la lamia-. ¿Qué es eso? Um, ¿me prestas el libro? Sólo será un momento.

Tomando con cuidado el viejo libro, Anima sonrió en agradecimiento. En cuestión de segundos ya se había perdido entre las imágenes y las palabras. Información científica, fotos, ilustraciones, leyendas, estadísticas, reportajes, y mil y un consejos; un compendio enorme de material destinado a mostrar el peligro que representaban las lamias, todas las precauciones que se debían tener para evitar entrar en contacto con alguna de ellas y las medidas a tomar en caso de tener el infortunio de encontrarse con esa criatura.

Sin darse cuenta, había dejado varias páginas atrás la foto que la había atraído al libro.
Volvió a la realidad por obra de algo que sólo podía haber sido un milagro, y giró el rostro hacia la Slytherin de pronto, sonrojándose y cerrando el libro con expresión de culpabilidad.

- Lo--lo lamento -se disculpó entregándole el tomo-. No pude evitar seguir leyendo. No me di cuenta... Te devuelvo el libro. Gracias.

Se levantó y, todavía con las mejillas rojas, le dirigió a la otra muchacha una sonrisa nerviosa, con la que parecía seguir pidiéndole perdón.

- Buscaré algo más para leer -dijo, mirando una vez más la tapa del libro para recordar su título; luego volteó a mirar los anaqueles, intentando dejar de lado lo sucedido.

Ella conocía ésa sensación, la de viajar de mundo en mundo sin sorpresa ni indignación.
La pelirroja parecía apenada y gracias dijo de la nada.
-No hay problema. –Viendo que la desconocida se alejaba, se incorporó. –Yo ya me estaba yendo, así que si quieres puedes leer el libro. Es muy bueno, vale la pena.
Estaba arreglando la falda de su vestido para marcharse. Pero le pareció descortés no presentarse, además que le muchacha le había caído simpática.
-Por cierto, mi nombre es Felice Laurent.

Fue como si una fuerte ráfaga de viento hubiese empujado a la delgada Anima hasta hacerla girar sobre sus talones, pues de pronto se encontraba mirando de nuevo a la elegante Slytherin, sus pálidas facciones casi destellando mientras la oía hablar.
Sonrió radiantemente ante la presentación de la chica, y decidió hacer lo propio.

- Yo soy Anima Lake; encantada -Volviendo a tomar el libro, añadió con un asomo de risa-. Y gracias otra vez.

Su opinión sobre los alumnos de Slytherin estaba cambiando a una velocidad vertiginosa. Parecía que, después de todo, sí había gente agradable en esa casa.